A orillas del apacible lago de Valle de Bravo, en estado de México, se reúnen periódicamente varios jóvenes mexicanos. Han viajado casi tres horas desde la capital de la república y, una vez en este lugar, toman el difícil acceso que los conduce a una colina situada encima de la ciudad. Desde allí se puede contemplar un hermosísimo paisaje o disfrutar el aire puro y el aroma de los pinos. Pero ellos no van sólo a miar el paisaje desde esas alturas: su objetivo es volar en papalote.
Estos jóvenes pertenecen al Club de Papalotes Tripulados de México, A.C. organización que tiene poco tiempo de existir y que ha promovido el singular deporte en aquel país.
La práctica de pilotaje en papalote exige valor y mucha concentración. Primeramente se arma el papalote en el cerro cuidando hasta el más mínimo detalle para evitar un accidente que sería fatal. Cuando las condiciones del viento son óptimas, el piloto, después de ponerse el casco protector y amarrare al papalote, corre ladera abajo sujetándolo firmemente, pues el viento tiende a ladearlo y dificulta el despegue. Una vez en el aire el piloto puede tomar dos posiciones: acostado boca abajo en algunos aparatos o sentado en otros; estos últimos generalmente traen timones que facilitan la operación y las maniobras en pleno vuelo.
El ejecutante puede tomar diversas altitudes de acuerdo a la pericia con que se desenvuelva y a la fuerza del viento. Los pilotos avanzados a veces hacen demostraciones den verdad increíbles pues realizan difíciles vueltas de 360 grados.
En los campeonatos cada participante se lanza al vacío en el menor tiempo posible hasta encontrarse verticalmente con una "Y", sobre la cual realiza la mayor cantidad de vueltas en 360 grados, para posteriormente enfilarse hacia el centro de una circunferencia de 50 metros de diámetro en la orilla del lago, donde trata de caer.
Entre los pilotos más conocidos se destacan Miguel Gutiérrez (actualmente campeón nacional) , Jorge Cordero, Tontatiuh Bustamante, Oscar Lara, y varios más.
Existen otros lugares donde se puede volar, pero en Valle de Bravo la suavidad del viento hace que el piloto disfrute al máximo su solitario contacto con el espacio.