En una tarde de viento fuerte los sueños de Virgilio Tamez Orozco se materializaron súbitamente. Con un pequeño paso al frente, la ascendente creada por el fuerte viento lo catapulto a los aires. Para los ahí presentes, y principalmente para Virgilio que esperaba tan solo elevarse unos centímetros del piso, fue alucinante, entre aterrador y fascinante.
La historia comenzó cuando en la zona de Periférico y Vallarta un piloto Canadiense practicaba el deporte, desconocido entonces en la ciudad de Guadalajara (y en general en México). Virgilio como algunos otros curiosos avistaron el artefacto y fueron a mirarlo de cerca. El piloto corría desde la parte de arriba de una loma de 30 metros, el aire levantaba al ala y a su piloto algunos centímetros del piso, deslizándose hasta aterrizar en la parte plana. De ahí volvía a subir para realizar otro vuelo.
Al igual que todos los presentes, Virgilio quedo impactado y estuvo toda la
tarde viendo la acción, hasta que el piloto desarmo el ala y se retiro
a su hotel. Quedo maravillado de lo sencillo que era el aparato. Siendo un estudiante
de Diseño Industrial esa noche tuvo la visión de construir su
propia ala. Al día siguiente fue al hotel donde se hospedaba el Canadiense
y con una cinta métrica procedió a tomar todas las medidas del
ala. Aprovecho de paso para recibir algunos consejos de este piloto que ese
mismo día dejaría la ciudad para continuar su viaje por México.
Los materiales empleados fueron cable de acero, Aluminio PVC y resistente tela de rompevientos.
Apenas 2 semanas llevo la construcción, con algunos imprevistos y ajustes
finos, el ala estaba terminada y lista para su primer vuelo, era el invierno
de 1976.
En la misma loma donde voló aquel piloto extranjero, Virgilio se coloco en la parte de arriba de la loma, atado al ala con una cuerda, un cinturón para hacer pesas y con todo el entusiasmo de un joven idealista, inició su carrera cuesta abajo. Apenas la estructura recibió carga, los tubos principales colapsaron desplomándose inmediatamente. El ala quedo destrozada y el piloto sufrió algunos golpes y raspones. Un pequeño precio por un gran sueño.
De regreso al taller y analizando los daños estructurales, se ideo
poner mangas internas de madera, para reforzar la estructura donde los tubos
se habían colapsado. Estos cambios hicieron mas pesada el ala. Nuevamente
volvió a la loma de periférico, esta vez con el apoyo moral de
3 personas que deseaban ver como volaba este novedoso aparato. Dada la experiencia
anterior esta vez inicio su carrera de más abajo, se hicieron 2 intentos
donde el ala voló momentáneamente. Para el tercer vuelo el viento
había aumentado y con más altura el vuelo era prometedor. Corrió
y con una racha de viento muy fuerte la nariz del ala se inclino exageradamente
hacía arriba, lo que provoco que hiciera una especie de medio loop y
se estrellara boca arriba. Nuevamente se destrozó el aparato.
Esto no detuvo a Virgilio quien siguió intentando, y a prueba y error
descubrió grandes verdades, como que era mejor correr contra el viento
que junto con él. El centro de gravedad quizá fue el punto mas
difícil de encontrar.
Con la conclusión que mientras mas alto había mejor oportunidad de volar, con la ayuda de 3 amigos subieron cargando la pesada ala al Cerro del Tesoro en una zona donde hay 80 metros de altura. El viento era fuerte y las expectativas muy altas. Antes de volar tomaron las fotos del recuerdo seguros de que esa vez harían historia. Virgilio apenas dio un paso y se fue al aire 20 metros. El centro de gravedad de su cinturón estaba un poco atrás de su cuerpo lo cual provoco que el improvisado piloto se fuera de boca y se tuviera que sostener para no caer hacia el frente (ver foto) Los acompañantes atónitos pudieron tomar una sola foto. El shock fue tremendo puesto que la máxima altura que habían visto volar a alguien era de apenas un metro. El resto del vuelo y el regreso a tierra fue menos que ideal, tanto que no se podia explicar como regreso a salvo a tierra. El ala casera nunca mas volvió a volar, conciente de que los materiales empleados hacían que el ala fuera demasiado pesada e inestable. Entre susto y éxtasis decidió abandonar su prototipo.
Años mas tarde se encontró con el instructor Jorge Suárez El Doc quien le vendió un ala comercial Moyes y le dio clases de vuelo. Con estos aparatos súper livianos de aluminio la historia fue diferente. De alguna manera Virgilio sobrevivió a la realización de su sueño para volar de la forma más segura: Bajo la guía de un instructor calificado y con alas diseñadas por profesionales especialmente para novatos.